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Tengo que reconocerlo: Alejandro González Iñárritu nunca ha sido uno de mis directores mexicanos favoritos. Entre él y Cuarón, me quedo mil veces con Alfonso. Pero también debo admitir otra cosa: Birdman” es una obra excepcional que coloca al talento mexicano, una vez más, en la antesala del reconocimiento mundial.

En marzo pasado escribía con orgullo por los premios Óscar que Alfonso obtuvo con Gravity; esta vez quiero hacerlo antes de que Iñárritu haga lo propio en el Teatro Kodak. Es necesario hacerlo porque, apenas un año después, otro mexicano dirige una película que es absolutamente exquisita por donde se le vea. No sé si es o no la mejor de las ocho nominadas al premio estrella de la Academia, pues aún no tengo oportunidad de verlas todas, pero lo que sí puedo asegurar (tras verla dos veces con detenimiento) es que el resultado es un golpe de autoridad. No temo equivocarme: estamos ante el culmen de Alejandro.

El cine de González Iñárritu siempre se me había indigestado. De hecho, The Unexpected Virtue of Ignorance no fue la excepción y fue por eso que me tuve que dar a la tarea de verla por segunda ocasión para lograr admirar en su totalidad una obra que en una década y las que le sigan, será recordada como un clásico que amalgama la necesidad de equilibrar esa terrible lucha entre lo que fue y lo que (se teme) no será.

Por una parte, está la historia que protagoniza Michael Keaton quien, no es poca cosa decirlo, hace el papel de su vida. Riggan Thomson bien puede ser cualquiera de nosotros en algún momento de nuestras existencias: conflictuado, absorbido por el ego, increíblemente obstinado con una apuesta que lleva todas las de perder y, sobre todo, esa jodida voz que todo el tiempo nos dice que mejor nos quedemos ahí, donde todo es cálido y seguro. ¿Cuántas veces no hemos sido taladrados por los tormentos de nuestras inquietudes más bajas? Es ahí donde navega el tortuoso hombre que encarna el otrora Bruce Wayne,

Michael Keaton como Riggan Thomson

Michael Keaton como Riggan Thomson

Otra de las genialidades de Birdman es que cada momento está finamente cuidado. Vemos a Riggan expuesto ante lo que más repudia y ama al mismo tiempo: el reconocimiento, detesta ser quien es pero aspira a ser alguien a quien le es indispensable el pasado del que tanto reniega. Ya sea sobre el escenario de Broadway o las calles de Times Square, el presente colapsa con el pasado para alcanzar su futuro: amartillado en un revólver y cruzando a través de la nariz. Mientras la bala sale disparada, el personaje de Keaton tiene que enfrentarse a las “otras realidades”, a lo que ocurre a su alrededor, lo que (quiere) ignora(r): una hija en rehabilitación, un colega talentoso, una novia olvidada, un productor que hace milagros con las cuentas, una crítica que puede derrumbar el castillo de naipes. Una misma angustia concentrada en su conflicto, su propio infierno, sus propias ganas de apostar ante lo que se antoja imposible.

Además de las magistrales actuaciones de Edward NortonEmma Stone, Zach Galifianakis Naomi Watts, no encuentro otro adjetivo más apropiado para el trabajo de Emmanuel “El Chivo” Lubezki que el de poético. Porque eso hace realmente a pesar de que buena parte de la historia se desarrolla en los interiores de un teatro neoyorquino; su ojo, una vez más, nos ha transmitido sensaciones que a veces son imposibles para los diálogos o las interpretaciones emotivas. Por ejemplo, los encuentros en las alturas de Sam Thomson (Stone) y Mike Shiner (Norton) no serían lo mismo sin la sensación de vacío en una ciudad tan inmensa como Nueva York. Ni tampoco entenderíamos la decepción de Riggan ante una debacle anunciada sin una noche vagando por las calles con el aliento a whisky barato.

Sam Riggan y Mike Shiner

Sam Thomson y Mike Shiner

La narrativa visual que se consigue con la fotografía de Lubezki es una joya que debe ser contemplada por todos los que gustamos del cine, los que son profesionales, los que apenas van comenzando, los que quieren un ejemplo de cómo deben ser hechas las cosas. De este sí estoy totalmente convencido desde que vi la película por primera vez y antes de que se confirmara su nominación el día de hoy: Emmanuel Lubezki debe repetir lo conseguido con “Gravity“. Va a ganar el Óscar.

No sé si las nueve nominaciones de Iñárritu y su “Birdman para los Óscares resulten en otra noche mágica para los directores que se marchan de México en búsqueda de esto, el éxito, el reconocimiento y llevar más lejos sus capacidades creativas, pero desde ahora digo y reitero lo escrito hace un año por Cuarón: estas ocasiones sirven de inspiración. Los triunfos son eso y les pertenecen a quienes los llevan a cabo, no a un país, pero lo que sí puede ser nuestro es la motivación, así como una muestra más de que tenemos el talento y a veces es necesario salir de nuestra esfera.

Aquí vamos de nuevo, Alejandro. Gracias.

Iñárritu, globo dorado (FOTO: AP)

Iñárritu, globo dorado (FOTO: AP)

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